El consumo de grasas de tu dieta debería aportar entorno al 20-30% de la energía diaria que consumes, pudiendo incluso alcanzar el 35% si la principal fuente de éstas es el aceite de oliva. Es importante que sepas que las grasas cumplen con un papel muy importante en tu alimentación, ya que constituyen una importante fuente de energía e intervienen en múltiples procesos de crecimiento, desarrollo y equilibrio de tu cuerpo.
Las comúnmente denominadas “grasas buenas” son las que demuestran un efecto protector frente a cardiopatías o enfermedades coronarias, puesto que intervienen en procesos antiinflamatorios de nuestro cuerpo. Cuando hablamos de grasas buenas nos referimos a las grasas insaturadas, tanto poliinsaturadas como monoinsaturadas. Por lo general, este tipo de grasas, debido a su estructura química, son líquidas a temperatura ambiente.
"grasas malas" favorece las patologías cardiovasculares. Así pues, son un factor clave para la aparición de las enfermedades relacionadas con el conocido síndrome metabólico: exceso de grasa visceral o abdominal, diabetes, hipertensión arterial y dislipemias (hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia...).
Pertenecen a este grupo las grasas saturadas y las llamadas grasas trans o grasas hidrogenadas.
La grasa es un componente fundamental de tu alimentación, ya que te aporta energía, vitaminas y antioxidantes y realiza multitud de funciones en nuestro organismo. No obstante, un consumo en exceso favorece la acumulación de energía, favoreciendo el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades relacionadas con este tipo de patologías.
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